"Abrir los ojos es lo único necesario. El corazón miente y la mente engaña, pero los ojos ven. Mira con los ojos. Escucha con los oídos. Saborea con la boca. Huele con la nariz. Siente con la piel. Y no pienses hasta después, así sabrás la verdad."
sábado, 7 de septiembre de 2013
lunes, 2 de septiembre de 2013
Sueños que hacen despertar
La mañana siguiente después de todo lo acontecido, al llegar al Cuartel General de Aurores, el turno de noche informa a Harry Potter de un aviso: Gwendolyn había encontrado a una chica muerta en la Casa de los Gritos. La noticia le deja helado. ¿Quién sería la muchacha? Saber que habían cometido un asesinato tan cerca de Hogwarts le eriza el vello de la piel. Pero las horas pasaron y no había noticias de la auror, por lo que decide ir personalmente a la vieja casa de Hogsmeade.
Ya de lejos, la Casa de los Gritos le pone los pelos de punta. Demasiados recuerdos caen sobre ella, el más doloroso, la muerte de Snape. Entra y avanza sigilosamente, varita en ristre, pues no sabe qué ha ocurrido ahí dentro, y lo que más teme es que le haya sucedido algo a Gwendolyn.
(Rol en solitario escrito por @harrypotter_89)
Inconsciente, la agente del Ministerio de Magia gira la cabeza con brusquedad de un lado a otro, sin ni siquiera notar que el cabello le golpea la cara a causa del movimiento. Perladas gotas de sudor le recorren el rostro, pero no son suficientes para hacerla despertar del largo letargo en el que se encuentra sumida.
En blanco y negro, una imagen se forma en su mente: avanza por un angosto, oscuro y opaco pasillo, con la varita alzada. Los temblores que sacuden la mano que la sujeta parecen vaticinar algo terrible.
- ¿April? -Cita el nombre de la joven fallecida en sueños, delirios de una realidad constatada- ¿Dónde estás? -Inquiere en voz alta, tratando de ser escuchada. Se ve a sí misma volviendo el rostro tras escuchar un ruido casi imperceptible, un leve susurro. Parece llegar de muy lejos, como si no procediese de aquel lugar.
- "Gwen... Gwen..." -Una voz conocida recita su nombre con voz cantarina, y el lugar comienza da dar vueltas ante sus verdes ojos... ¿o acaso son de un extraño azul las pupilas de su ensoñación?. Mareada, corre tratando de alcanzar el final del corredor, que no parece tener término.
- "Por aquí..." -Sigue las indicaciones de la voz hasta llegar a una estancia apenas iluminada por plateados rayos de luna: la única testigo de aquel momento. Cuando se coloca bajo la sucia y destartalada ventana por la que el satélite se muestra, escucha una malévola risa que le pone la piel de gallina despierta todos y cada uno de sus instintos. Rota sobre sí misma, y lo siguiente que nota es un fuerte dolor en el pecho, donde un haz de luz verde impacta.
¡¡NOOO!! -La identidad de la joven de sus sueños se desvela: no es ella, sino April, su rubia. Arquea la espalda en un gesto de dolor que acompaña al sueño pero no la hace despertar.
Harry Potter, al llegar al salón de la destartalada y vieja casa, siente el sonido de cada paso haciendo gemir a la madera, y se encuentra con una escena sobrecogedora: la mujer está abrazada al pálido y joven cadáver de una muchacha rubia a la que al instante reconoce como April Ross.
Gwendolyn, aún en estado de shock, se mantiene alucinando entre ensoñaciones y murmurando palabras que no se comprenden a primer oído. Ni siquiera el frío del cuerpo que se mantiene a su lado o la gelidez y la dureza del suelo la hacen reaccionar.
Harry se queda inmóvil. Puede dilucidar que Gwendolyn está viva sólo por el suave movimiento de su cuerpo al respirar. Se lleva una mano a la boca, sintiendo un nudo en el pecho mientras mira a la joven fallecida.
- ¡Noooo! -Otro desgarrador grito sale de la garganta de la auror, notando cómo su espalda se curva una vez más pero sin despertar. Una solitaria lágrima rueda por su mejilla, siguiendo el camino de aquellas que ha derramado durante la noche.
Haciendo uso de todo su valor, el Jefe del Cuartel General de Aurores se acerca y agarra a la mujer por los hombros, tirando de ella. Al acercarse más obtiene una imagen más cercana de la muchacha fallecida. En su gesto, el gesto en el que se quedó grabada su muerte, ve el rostro de Cedric, Sirius, Dumbledore, Remus, Tonks, Fred... Trata de atraer a Gwendolyn contra sí.
- ¿Qué...? -Pregunta ella con voz rota, confusa. Abre los ojos de repente al notar cómo es arrastrada. Trata de enfocar la vista hacia quien la mueve para identificar a dicha persona pero no lo logra, aún ida.
Arrodillado junto al joven cuerpo sin vida y sujetando a Gwendolyn entre sus brazos, mira a esta con lágrimas en los ojos. No le dice nada porque sabe que no hay palabras que pueda decirle. Simplemente la abraza, mientras mira a la chica: sus ojos miran a ninguna parte, aquellos ojos que seguramente estarían mirando a su asesino. Extiende la mano para cerrárselos con las yemas de los dedos, cerrando los propios y manteniendo el nudo en la garganta al hacerlo.
La mujer se gira instintivamente hacia el lugar donde su superior extiende el brazo y baja los párpados de inmediato al encontrarse con la imagen de nuevo. Deja escapar un suspiro de dolor y trata de deshacer la presión que siente en el pecho, avergonzada de haber sido hallada en semejante estado.
Harry abraza a Gwendolyn durante unos instantes más. Sabe que no es momento para preguntarle cómo aconteció todo, pero no necesita muchas explicaciones. Ve cerca de la joven la rúbrica y lacre de Lux Aeterna: el reloj roto y la pluma negra.
- Gwen... -Murmura, cogiendo su rostro entre las manos- Tengo que llevármela de aquí... ¿Me oyes?
- La... la vi, Harry. -La receptora asiente despacio haciendo un esfuerzo supremo por no estallar en llanto- Ya se había ido, pero yo la vi... -Siente una punzada en el corazón al recordar que Nefarus intentaba arrastrarla a casa, como si él no percibiese nada. Viendo que no ha regresado, debe de haberla tomado por loca.
- Tranquila, Gwen... -Es consciente de lo que quiere decirle, pues recuerda a sus padres, y el día en que los vio. Vuelve a abrazar su sobrecogido cuerpo.
- ¿Pero por qué? No tiene sentido... ¿P-prince? ¿Puede que haya sido él? -Repara de repente en la pluma y en el reloj, y siente cómo una oleada de odio inmenso crece dentro de ella.
- Han sido ellos, Gwen... -Dice con rabia- Y solo hay un por qué: son unos malditos asesinos. -Masculla entre dientes.
- Pero tiene que haber alguna razón... -Alza por última vez el brazo hacia el cabello de la joven que tantas veces ha acariciado, pero se detiene en el último momento: sabe que ella ya no está allí. En medio de su dolor, trata de buscar la lógica al suceso, sin encontrarlo, aún con la mano alzada y temblorosa.
- Ya tendremos tiempo de buscar un por qué aunque no lo haya. Tú conocías a April. Ya hablaremos de eso...
Gwendolyn traga saliva. No le apetece pensar, sólo meterse debajo se sus sábanas y y no saber de nada ni nadie más. Las mismas sábanas con las que la rubia se había cubierto días atrás.
El cielo ha ganado un ángel
Tras recibir el urgente patronus de Madame Rosmerta, Gwendolyn realiza una aparición conjunta y lleva a Nefarus con ella directamente al solitario sendero que da a la Casa de los Gritos. Sus ojos buscan desesperadamente a la tabernera en la penumbra: el aviso de que ha visto algo extraño le provoca intranquilidad y no sabe la razón.
- ¿Rosmerta? -Cita su nombre en voz baja, temerosa de que haya alguien más rondando, y avanza por el lugar hacia la puerta principal, varita en mano, preparada. El pocionero a su vez, al ver a Rosmerta salir de entre las sombras, se queda en silencio, pues tan solo espera que de más detalles sobre lo ocurrido para poder volver a casa.
- ¡Gwen! Gracias a Merlín... No sabía a quién acudir... -La cantinera, nerviosa, al oír la voz de la auror, abandona su escondite.
- ¿Qué has visto? -Al escuchar la voz de Romserta, la agente del Ministerio se acerca a ella sin vacilar y con paso rápido. Se le atropellan las palabras en la garganta, como si presintiera que algo no va nada bien.
- Un haz de luz verde proveniente de la casa. ¿Crees que pueder ser...? -La aludida señala hacia la vivienda sin poder terminar la cuestión formulada.
El hombre se adelanta a su pareja en cuanto escucha las palabras de la hostelera y echa a andar, casi correr, hacia la conocida Casa de los Gritos. Da por sentado qué hechizo provocó la luz verde y solo hay una posibilidad: que haya caído alguien de su bando o del lado opuesto.
- ¡Envertestatil! -Gwnedolyn dirige la varita contra Nefarus, tratando de desequilibrarle y hacerle perder ventaja- ¡Rosmerta, pase lo que pase, quédate fuera! -Alza la voz en aquella tétrica escena de verano, alcanzando la puerta. Deja a la tabernera atrás, quien obedece la orden de forma inmediata, y hace caer al suelo a Nefarus, quien tropieza como por arte de magia. Él se levanta y sigue los pasos de Gwendolyn tras sacudirse.
- Alohomora. -Susurra, lanzando una mirada de advertencia y casi desafío al pocionero, como marcando el territorio. Apoya los dedos en la puerta y la empuja despacio, escuchando su chirriar y los propios latidos del corazón. Él saca la varita por si acaso. Mira a todos lados intentando encontrar algo de relevancia. La mujer avanza por el pasillo con la varita levantada, sin atreverse a alumbrar para no delatarles, y cuando llega al salón, la madera resbala por sus dedos y cae al suelo casi rebotando. El brazo cae muerto a su lado, tan inerte como el cuerpo que yace delante delante de ella, alumbrado sólo por los rayos de la luna que se filtran por la ventana que hay a su lado.
- No. -Permanece inmóvil unos instantes para acabar corriendo hacia su amiga, hacia su pupila- ¡April! ¡No! -Se agacha al lado de April Ross y se aferra a su cuerpo sin vida, intentando reanimarlo- ¡¡APRIL!!
El mago guarda la varita en silencio al ver quién ha sufrido las consecuencias de una pluma negra y un reloj roto. Un haz traslúcido sale en ese mismo instante del cuerpo sin mi vida de la joven, invisible para él.
- ¿N-nefarus? ¿Tú lo ves? -La bruja percibe cómo algo la rodea, un ente etéreo de color blanquecino que no sabe describir, y que no sabe si es real. Con la garganta fría a pesar de estar completamente rasgada por los gritos, alza la vista. Ni siquiera repara en la pluma que sostiene la chica entre las manos, o en el reloj de arena que reposa a su lado.
- "¿Que si veo qué?" -La pregunta confunde al hombre, que responde para sus adentros- Vamos fuera Gwendolyn, déjala. -Se acera a ella, tomándola por los hombros, pues sabe de sobra que la muerte de la chica le habrá afectado mucho.
- Gwen… -La forma incorpórea adopta la apariencia de la rubia y antigua estudiante de Hogwarts. No sabe si su mentora es capaz de verla o no, pero sólo quiere decirle que está bien. Prueba a hablar y una dulce y lejana voz se oye, o al menos eso cree.
- April... -Intenta contactar con la repentina aparición, pataleando al sentir que es arrastrada del lugar en contra de su voluntad- ¡Nefarus! ¡Déjame! -Siente un dolor inmenso en el pecho y contiene las lágrimas: no lo quiere creer. No puede creerlo- ¡April! ¿Quién lo hizo? -Los brazos de Nefarus, que habitualmente son una anestesia para ella, en esos instantes no la consuelan. Los sonidos que percibe descosen sus sentidos, sin posibilidad de reparo.
viernes, 23 de agosto de 2013
La Nueva Orden del Fénix
Un desapacible y chirriante sonido procedente del dormitorio de matrimonio despierta a Ian, que a su vez despabila a Gwendolyn con sus discordantes aullidos y alarma a April, quien sale al pasillo de la casa para ver de dónde procede el ruido.
- Qué pulmones... Desde luego problemas de salud con ellos no va a tener... -Protesta para sí, entrecerrando los claros ojos y tapándose los oídos para evitar quedarse sorda. La joven se incorpora del sillón, aún manchado de café, donde tomaba una profunda siesta. Con expresión desconcertada, gesto desubicado y pelos de loca, se encamina tambaleante hacia el cuarto principal, dejando a April atrás e indicándole con un gesto de cabeza que no se preocupe por nada.
Ubica el pitido, que procede de su viejo baúl de Hogwarts, situado a los pies de la cama grande. Lo abre y revuelve los libros de todos los años, esparciéndolos por el suelo, hasta dar con el título 'Historia de Hogwarts'. Sin entender nada, cierra de golpe la puerta de la habitación para tener intimidad y abre el tomo, dejando que las yemas de los dedos paseen por las páginas hasta detenerse en la número 9, donde se forma un claro mensaje que acaba por desaparecer.
"Los tiempos vuelven a necesitar una reunión de la antigua Orden. Mañana a las 11:30 de la noche en Grimmauld Place, nº 12. La nota desaparecerá en cuanto la hayas leído, recuerda que ahora eres cómplice del encantamiento fidelius, no hables con nadie de esto."
Esboza una sonrisa, primero atónita, después cómplice y finalmente, triunfal. Echaba de menos la acción, y asumiendo que la reunión va a tratar sobre los aeternos, no puede sino alegrarse de una decisión que sabe a ciencia cierta que proviene directamente del Jefe de Cuartel de Aurores: Harry Potter. Se siente orgullosa de pertenecer a la Orden del Fénix. Ya era hora de reaccionar.
- Qué pulmones... Desde luego problemas de salud con ellos no va a tener... -Protesta para sí, entrecerrando los claros ojos y tapándose los oídos para evitar quedarse sorda. La joven se incorpora del sillón, aún manchado de café, donde tomaba una profunda siesta. Con expresión desconcertada, gesto desubicado y pelos de loca, se encamina tambaleante hacia el cuarto principal, dejando a April atrás e indicándole con un gesto de cabeza que no se preocupe por nada.
Ubica el pitido, que procede de su viejo baúl de Hogwarts, situado a los pies de la cama grande. Lo abre y revuelve los libros de todos los años, esparciéndolos por el suelo, hasta dar con el título 'Historia de Hogwarts'. Sin entender nada, cierra de golpe la puerta de la habitación para tener intimidad y abre el tomo, dejando que las yemas de los dedos paseen por las páginas hasta detenerse en la número 9, donde se forma un claro mensaje que acaba por desaparecer.
"Los tiempos vuelven a necesitar una reunión de la antigua Orden. Mañana a las 11:30 de la noche en Grimmauld Place, nº 12. La nota desaparecerá en cuanto la hayas leído, recuerda que ahora eres cómplice del encantamiento fidelius, no hables con nadie de esto."
Esboza una sonrisa, primero atónita, después cómplice y finalmente, triunfal. Echaba de menos la acción, y asumiendo que la reunión va a tratar sobre los aeternos, no puede sino alegrarse de una decisión que sabe a ciencia cierta que proviene directamente del Jefe de Cuartel de Aurores: Harry Potter. Se siente orgullosa de pertenecer a la Orden del Fénix. Ya era hora de reaccionar.
sábado, 17 de agosto de 2013
Lux Aeterna conquista Azkaban
Diario 'El Profeta'.
El miedo se traslada a las calles con la fuga de cuatro reos de la gélida prisión de Azkaban. La penitenciaría ha amanecido antes del alba a causa de los rugidos de las olas del mar y de las detonaciones de los cañonazos de un barco con la roja bandera aeterna izada, inaccesible para el bando defensor debido a un hechizo protector. El color carmesí no sólo tiñó sus capas, y la sangre de dos aurores fue vertida en el suelo de la torre.
Muchos años han pasado desde la anterior fuga masiva de Azkaban, dirigida por el Señor Tenebroso y sus adeptos, momento en el que el Mundo Mágico se encerró en sus respectivos hogares, prohibiendo incluso la entrada de las nuevas generaciones en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Un hombre sin temores es una persona sin promesas. Esperanzas que mucha gente sentirá al saber que sus seres queridos han escapado de una prisión de alta seguridad, aunque a ojos de los demás se presenten como monstruos. La única forma de alzarse con la victoria es alimentarse de la ilusión, pues el miedo es el origen de la derrota.
Ante una seguridad tan aterradora y aparentemente aseverada, se genera una incertidumbre consolidada, reabriendo varios focos de debate: ¿se deben volver a asentar a los dementores a las puertas de Azkaban? ¿Funciona el sistema jurisdiccional mágico actual? ¿Es necesario realizar modificaciones en la legislación y endurecer las penas a los prisioneros peligrosos? ¿Está el Ministerio de Magia preparado para posibles futuras ofensivas?
La justicia, a igual que la verdad, depende del punto de vista del que se mire. Algunas personas ven a un fiel guerrero esgrimiendo un ideal, mientras que otras, ven a un criminal recibiendo un merecido castigo. Sin embargo, ¿no es acaso la justicia ciega? Todo el mundo cree tener la razón, y tal vez, nadie la posee. El poder, al fin y al cabo, no reside ni en el bien ni en el mal, sino en aquellos individuos capaces de deslizar los límites sin conciencia ni pudor.
miércoles, 14 de agosto de 2013
De bruja a gata
Su blanca lechuza moteada perteneciente a la especie Bubo Scandiacus, Ninfa, le lanza miradas asesinas desde el respaldo de madera de la silla donde se ha posado. Es consciente de que tiene varias cartas por responder, y de que son urgentes, pero no se encuentra precisamente de humor.
- No me mires así... -Le reprocha Gwendolyn, dibujando un infantil puchero en sus labios- ... Necesito descansar un poco. Y tú también necesitas un baño. -Añade con severidad al percatarse de que su blanco plumaje ha adquirido un sucio tono roto.
Atraviesa el salón descalza, sintiendo en las plantas de los pies cómo el frío estabiliza su cuerpo, cálido a causa de las altas temperaturas veraniegas. El único pergamino que reposa desdoblado sobre la mesa junto a otros tres perfectamente plegados desde hace días es el enviado por su primo Niall, y al que no se ha atrevido a contestar.
Se adentra en el cuarto de baño y cierra la puerta tras de sí con el pie, abriendo el grifo de la bañera. Tras medir la temperatura adecuada del agua con el dorso de la mano, la deja correr y la estanca con el tapón, vertiendo un jabón especial.
Desata el cinturón del albornoz que la recubre, dejando que el impoluto algodón ruede poco a poco por su piel hasta caer completamente al suelo, en lo que parece un streaptease a la nada. Cierra los ojos para adentrarse en el cálido líquido, introduciendo primero un pie y luego el otro, momento en el que la relajación que sufren sus músculos se hace palpable, siendo invadida por una total sensación de bienestar. Se agacha, dejándose caer sobre el agua y sentándose sobre la acrílica superficie de la tina.
Al ser engullida por la picante espuma, baja la cabeza, quedando por debajo del nivel del agua. Permanece unos eternos segundos bajo él, instantes que para ella se hacen cortos, pues adora todo lo que aquel elemento le transmite: paz, tranquilidad y serenidad.
Cuando una bocanada de oxígeno llena de nuevo sus cuerpo, se retira el chorreante cabello hacia atrás, quitándose el jabón que se le ha adherido al rostro y tumbándose bocarriba con las rodillas flexionadas. Baja los párpados fuertemente de nuevo, apretándolos como si así sus problemas fueran a evaporarse tan rápido como la calidez del agua.
Alcanza la varita que ha dejado a un lado de la repisa de la bañera, para encender dos velas aromáticas que se encuentran tras su cabeza, en el mismo apoyo. Suelta la vara de madera de nuevo, aspirando y tratando de sentir la esencia a rosas de las candelas, impregnándose en ella.
Envuelta en tan deliciosa fragancia, y dejando que el agua se incruste en cada poro de su piel, trata de poner en práctica el ejercicio que le prometió a Hermione que haría en su último encuentro: concentrarse en lograr una emoción gatuna.
El baño la ha relajado lo suficiente como para, aún sumida en la completa oscuridad de sus ojos, intentar sentir repulsión hacia tan gratificante momento. Se concentra al máximo, frunciendo el ceño en el empeño y provocando que una de sus cejas palpite de esfuerzo.
Tras unos breves momentos en los que parece escuchar hasta el tic-tac de las manecillas del reloj del salón a través de la soberbia puerta de madera que la separa del mismo, el ahínco de su trabajo se ve recompensado: nota cómo el impulso de incorporarse de un brinco y saltar al exterior de la bañera se hace latente en cada nervio de su figura. Abre los ojos de golpe al notar cómo su instinto y sus gustos cambian, y perfila una sonrisa de orgullo y victoria.
- Por fin... -Murmura para sí en voz baja. Ha logrado dejar atrás el plano físico y adoptar las costumbres de un gato, lo que le indica que la transformación completa a animaga está muy cerca.
Se levanta y deja que la espuma caiga por su cuerpo, envolviéndose de nuevo en el batín sin abandonar el gesto de vanidad. Desobstruye la bañera, permitiendo que se vacíe de forma lenta.
- Ya queda menos... -Susurra con arrogancia- A un paso de ser animaga.
- No me mires así... -Le reprocha Gwendolyn, dibujando un infantil puchero en sus labios- ... Necesito descansar un poco. Y tú también necesitas un baño. -Añade con severidad al percatarse de que su blanco plumaje ha adquirido un sucio tono roto.
Atraviesa el salón descalza, sintiendo en las plantas de los pies cómo el frío estabiliza su cuerpo, cálido a causa de las altas temperaturas veraniegas. El único pergamino que reposa desdoblado sobre la mesa junto a otros tres perfectamente plegados desde hace días es el enviado por su primo Niall, y al que no se ha atrevido a contestar.
Se adentra en el cuarto de baño y cierra la puerta tras de sí con el pie, abriendo el grifo de la bañera. Tras medir la temperatura adecuada del agua con el dorso de la mano, la deja correr y la estanca con el tapón, vertiendo un jabón especial.
Desata el cinturón del albornoz que la recubre, dejando que el impoluto algodón ruede poco a poco por su piel hasta caer completamente al suelo, en lo que parece un streaptease a la nada. Cierra los ojos para adentrarse en el cálido líquido, introduciendo primero un pie y luego el otro, momento en el que la relajación que sufren sus músculos se hace palpable, siendo invadida por una total sensación de bienestar. Se agacha, dejándose caer sobre el agua y sentándose sobre la acrílica superficie de la tina.
Al ser engullida por la picante espuma, baja la cabeza, quedando por debajo del nivel del agua. Permanece unos eternos segundos bajo él, instantes que para ella se hacen cortos, pues adora todo lo que aquel elemento le transmite: paz, tranquilidad y serenidad.
Cuando una bocanada de oxígeno llena de nuevo sus cuerpo, se retira el chorreante cabello hacia atrás, quitándose el jabón que se le ha adherido al rostro y tumbándose bocarriba con las rodillas flexionadas. Baja los párpados fuertemente de nuevo, apretándolos como si así sus problemas fueran a evaporarse tan rápido como la calidez del agua.
Alcanza la varita que ha dejado a un lado de la repisa de la bañera, para encender dos velas aromáticas que se encuentran tras su cabeza, en el mismo apoyo. Suelta la vara de madera de nuevo, aspirando y tratando de sentir la esencia a rosas de las candelas, impregnándose en ella.
Envuelta en tan deliciosa fragancia, y dejando que el agua se incruste en cada poro de su piel, trata de poner en práctica el ejercicio que le prometió a Hermione que haría en su último encuentro: concentrarse en lograr una emoción gatuna.
El baño la ha relajado lo suficiente como para, aún sumida en la completa oscuridad de sus ojos, intentar sentir repulsión hacia tan gratificante momento. Se concentra al máximo, frunciendo el ceño en el empeño y provocando que una de sus cejas palpite de esfuerzo.
Tras unos breves momentos en los que parece escuchar hasta el tic-tac de las manecillas del reloj del salón a través de la soberbia puerta de madera que la separa del mismo, el ahínco de su trabajo se ve recompensado: nota cómo el impulso de incorporarse de un brinco y saltar al exterior de la bañera se hace latente en cada nervio de su figura. Abre los ojos de golpe al notar cómo su instinto y sus gustos cambian, y perfila una sonrisa de orgullo y victoria.
- Por fin... -Murmura para sí en voz baja. Ha logrado dejar atrás el plano físico y adoptar las costumbres de un gato, lo que le indica que la transformación completa a animaga está muy cerca.
Se levanta y deja que la espuma caiga por su cuerpo, envolviéndose de nuevo en el batín sin abandonar el gesto de vanidad. Desobstruye la bañera, permitiendo que se vacíe de forma lenta.
- Ya queda menos... -Susurra con arrogancia- A un paso de ser animaga.
jueves, 25 de julio de 2013
El negro se tiñe de rojo
Artículo para 'El Profeta'.
En esta ocasión, el orden se alza ante el caos. Una antigua amenaza regresa a nuestra Comunidad; más estructurada, metódica, elitista y organizada que la llevada a cabo por los mortífagos años atrás. Lux Aeterna es una orden en la que no tienen cabida los débiles. Sólo aquellos lo suficientemente fuertes para superar las crueles pruebas que se les imponen logran pertenecer a la misma.
Al contrario que la estructura mortífaga, esta antiquísima generación de magos tenebrosos no viste de negro. Se eleva con el rojo de sus capas, carmín que simboliza la primacía de la sangre pura sobre la sangre muggle; y esconde su rostro detrás de sendas máscaras de plata. La orden cayó durante el año 2012, cuando un auror de renombre procedente del Cuartel General se infiltró en la misma, precipitando la caída del segundo de a bordo, Nathaniel Saxton. A pesar de esta constatación, existen fehacientes pruebas de que su regreso es una realidad y no sólo un recuerdo, pues no toda la organización fue desarticulada.
El ataque perpretrado el pasado viernes 19 de julio a dos jóvenes durante la mascarada de Godric's Hollow parece no guardar relación con la organización descrita con anterioridad. Las autoras de dichos ataques son las hermanas Lisbet y Lynae Asgard. Su peligrosidad reside en que pueden tomar como referente de combate la imagia. A través de ella, se convierten en la persona que más anhelamos, aquella que no podemos tener. De este modo, nos hacen vulnerables, y sin capacidad de defensa o de contraataque, jugando con nuestra mente.
La óptica es la geometría de la luz, y la luz es necesaria. Está en nuestras manos abrir los ojos, alumbrar a los demás y no permitir que vivan en las tinieblas. Es por ello que pongo a vuestra disposición esta información, con la esperanza de que un halo de verdad ilumine la ceguera que se cierne sobre el Mundo Mágico.
Clarificar el sendero de los demás no es tarea fácil, pues en ocasiones en lugar de aclarar, lo cubrimos más al tratar de hacer el nuestro más sencillo. Demasiada claridad eclipsa la realidad y crea dudas, por lo que debe ser tomada en su justa medida, como una gota de 'Felix Felicis'. Sin embargo, alumbrando a los demás también evitamos ser dañados por terceros, personas que no podrían vernos en la negrura; y ayudamos a los nuestros, a aquellos a los que queremos.
FIRMA: La donna dell'anello bianco
domingo, 21 de julio de 2013
Fuego y hielo, por Robert Frost
Unos dicen que el mundo terminará en fuego,
otros dicen que en hielo.
Por lo que he gustado del deseo,
estoy con los partidarios del fuego.
Pero si tuviera que sucumbir dos veces,
creo saber bastante acerca del odio
como para decir que en la destrucción
el hielo también es poderoso.
Y bastaría.
viernes, 19 de julio de 2013
Nunca separados: anillo de compromiso
- ¿Hola? -Nefarus se aparece en el interior de la casa de Gwendolyn, pues no se hizo con las llaves antes de marchar a Villa Melancolía.
- ... -Se incorpora de inmediato al escucharle aparecer, acercándose a él despacio y examinándole durante los primeros segundos.
- ¿Qué haces? -Pregunta ceñudo ante su penetrante mirada, que le rodea el cuerpo.
- ¿Que qué...? -Deja que una chispa de ira atraviese sus pupilas- Son las tres, Nefarus... ¡las tres! -Alza un poco la voz, dejando atrás su parálisis inicial- Me dijiste que estarías aquí a las dos. Casi me da algo pensando que te había pasado algo, y... ¿aún me preguntas que qué hago?
- No grites, no vaya a ser que despiertes a los niños. -Ironiza y besa los labios de la joven- ¿Has visto ya el regalo?
- No, porque te estaba esperando. -Arruga la nariz al recibir el roce en los labios, indicándole que no se va a calmar con un beso- Y no me cambies de tema. ¿De dónde vienes?
- De un sitio con muchas risas. Creo que era un circo o algo así. -Me siento en el sofá reacio a contestar y discutir.
- Ajá... Bueno. Espero que te vayas aplicando lo de no faltar cuando quedamos antes de volver a pedírmelo. -Le encara, quedando de pie frente a él- Porque no fui yo quien impuso esa norma.
- Me la he saltado una vez. Así que deja de hacer de sargento y abre el regalo. -Responde con calma y serenidad.
La auror le mira enfurruñada, suspirando y sentándose a su lado, con la caja del regalo en la mano. Asciende la tapa despacio, dejando que sus ojos brillen con los destellos del anillo que le ofrece el envoltorio de terciopelo rojo. Se queda muda ante la visión.
- ¿Un anillo? -Murmura, acercando el dedo índice para trazar las líneas de la joya con la yema del mismo.
- Te dije que tenía explicación. -Levanta la mano derecha, en la que lleva el llamador aeterno en forma de anillo- ¿Te gusta? -Sonríe- Yo tengo alergia a las iglesias y esas tonterías, pero no a un compromiso entre los dos.
"Y tú pensando cosas raras del dichoso anillo... eres idiota, Gwendolyn..." -Le cuesta levantar la mirada del anillo a él, pero lo hace. Cierra los ojos, y visiblemente más calmada que antes, entreabre los labios para acercarlos a los de él, aunque la palabra 'compromiso' le hubiera puesto el vello de punta.
- ¿Te lo pones tú o sigo la tradición y me agacho? -Recibe sus labios en un pausado beso y bromea susurrante.
- Ni se te ocurra... -Se ruboriza sólo de pensar en su propuesta- Pero sí me gustaría que me lo pusieras tú... -Baja la mirada unos segundos más a sus labios tras cortar el beso, sacando el anillo de la caja con cuidado mientras se separa, tendiéndoselo después.
-Esta es la muestra material de mi compromiso contigo y esta relación... -Coge el anillo y posiciona la mano bajo la ajena. La besa y, tras ello, coloca el anillo en su dedo- ... Con saber que lo aceptas, no necesito nada más. -Añade esperando respuesta.
- Claro que lo acepto, Nefarus... -Le dedica una mirada de infinita ternura, ya que no se esperaba aquel gesto. Siente el contacto del anillo sobre la piel, viendo cómo pasa el nudillo de su dedo, pero sin sentirlo como un peso.
- Vamos a dormir... Señora Siveentön. -Bromea sabiendo que no le gustará ni pizca ese añadido de pega a su característico 'compromiso'. Vuelve a besar sus labios como firma final y se levanta sosteniendo la mano de la chica.
- Ni de broma... -Esboza una silenciosa mueca al ver su apellido transformado- ... Me gusta mi apellido. -Protesta, mientras se deja llevar al dormitorio tomada de la mano. Deposita un efímero beso en la comisura de sus labios antes de dejarse caer sobre la cama, donde se desviste arrastrándose cual culebra tras colocar la caja donde se encontraba minutos antes la joya en la mesita de noche. Deja caer la ropa al suelo, quedando sólo en lencería y con el anillo puesto.
- Buenas noches, mi todo. -Susurra el pocionero, desvistiéndose y dejando su impecable ropa doblada como de costumbre. Se tumba a su lado, abrazándola.
- Buenas noches, mi amor. -Con esas palabras se acurruca a su lado, devolviéndole el abrazo y cerrando los ojos para dormir.
- ... -Se incorpora de inmediato al escucharle aparecer, acercándose a él despacio y examinándole durante los primeros segundos.
- ¿Qué haces? -Pregunta ceñudo ante su penetrante mirada, que le rodea el cuerpo.
- ¿Que qué...? -Deja que una chispa de ira atraviese sus pupilas- Son las tres, Nefarus... ¡las tres! -Alza un poco la voz, dejando atrás su parálisis inicial- Me dijiste que estarías aquí a las dos. Casi me da algo pensando que te había pasado algo, y... ¿aún me preguntas que qué hago?
- No grites, no vaya a ser que despiertes a los niños. -Ironiza y besa los labios de la joven- ¿Has visto ya el regalo?
- No, porque te estaba esperando. -Arruga la nariz al recibir el roce en los labios, indicándole que no se va a calmar con un beso- Y no me cambies de tema. ¿De dónde vienes?
- De un sitio con muchas risas. Creo que era un circo o algo así. -Me siento en el sofá reacio a contestar y discutir.
- Ajá... Bueno. Espero que te vayas aplicando lo de no faltar cuando quedamos antes de volver a pedírmelo. -Le encara, quedando de pie frente a él- Porque no fui yo quien impuso esa norma.
- Me la he saltado una vez. Así que deja de hacer de sargento y abre el regalo. -Responde con calma y serenidad.
La auror le mira enfurruñada, suspirando y sentándose a su lado, con la caja del regalo en la mano. Asciende la tapa despacio, dejando que sus ojos brillen con los destellos del anillo que le ofrece el envoltorio de terciopelo rojo. Se queda muda ante la visión.
- ¿Un anillo? -Murmura, acercando el dedo índice para trazar las líneas de la joya con la yema del mismo.
- Te dije que tenía explicación. -Levanta la mano derecha, en la que lleva el llamador aeterno en forma de anillo- ¿Te gusta? -Sonríe- Yo tengo alergia a las iglesias y esas tonterías, pero no a un compromiso entre los dos.
"Y tú pensando cosas raras del dichoso anillo... eres idiota, Gwendolyn..." -Le cuesta levantar la mirada del anillo a él, pero lo hace. Cierra los ojos, y visiblemente más calmada que antes, entreabre los labios para acercarlos a los de él, aunque la palabra 'compromiso' le hubiera puesto el vello de punta.
- ¿Te lo pones tú o sigo la tradición y me agacho? -Recibe sus labios en un pausado beso y bromea susurrante.
- Ni se te ocurra... -Se ruboriza sólo de pensar en su propuesta- Pero sí me gustaría que me lo pusieras tú... -Baja la mirada unos segundos más a sus labios tras cortar el beso, sacando el anillo de la caja con cuidado mientras se separa, tendiéndoselo después.
-Esta es la muestra material de mi compromiso contigo y esta relación... -Coge el anillo y posiciona la mano bajo la ajena. La besa y, tras ello, coloca el anillo en su dedo- ... Con saber que lo aceptas, no necesito nada más. -Añade esperando respuesta.
- Claro que lo acepto, Nefarus... -Le dedica una mirada de infinita ternura, ya que no se esperaba aquel gesto. Siente el contacto del anillo sobre la piel, viendo cómo pasa el nudillo de su dedo, pero sin sentirlo como un peso.
- Vamos a dormir... Señora Siveentön. -Bromea sabiendo que no le gustará ni pizca ese añadido de pega a su característico 'compromiso'. Vuelve a besar sus labios como firma final y se levanta sosteniendo la mano de la chica.
- Ni de broma... -Esboza una silenciosa mueca al ver su apellido transformado- ... Me gusta mi apellido. -Protesta, mientras se deja llevar al dormitorio tomada de la mano. Deposita un efímero beso en la comisura de sus labios antes de dejarse caer sobre la cama, donde se desviste arrastrándose cual culebra tras colocar la caja donde se encontraba minutos antes la joya en la mesita de noche. Deja caer la ropa al suelo, quedando sólo en lencería y con el anillo puesto.
- Buenas noches, mi todo. -Susurra el pocionero, desvistiéndose y dejando su impecable ropa doblada como de costumbre. Se tumba a su lado, abrazándola.
- Buenas noches, mi amor. -Con esas palabras se acurruca a su lado, devolviéndole el abrazo y cerrando los ojos para dormir.
martes, 16 de julio de 2013
Todo lo que sube, baja
- ¿Puedo preguntarte algo? -La mujer de cabello oscuro frunce el ceño, recordando su última visita al tabernero. Busca las pupilas del hombre al que quiere, como si ellas fuesen a darle una respuesta sin formular la pregunta.
- Todas las que quieras, las respuestas son otra cosa. -Enarca una ceja y le mira con curiosidad como contestación.
- ¿Por qué bebiste hasta emborracharte? ¿Y por qué... por qué...? -Se queda trabada unos segundos- ¿En qué momento se te ha ocurrido ponerte celoso de Lazarus? -Arquea una ceja al máximo.
- Me emborraché porque había tenido un mal día y tú estabas fuera. Y celo de quien quiero. -Responde serio y conciso.
- ¿Sin motivo? No hay motivo para celarme de él. En realidad, no tienes motivo para celarme de nadie... -Suspira, intentando comprenderle- ¿No ves que no puedo pensar en nadie más? -Confiesa, con la garganta seca.
- ¿Sabes cuándo es mi cumpleaños? Nueve de noviembre, soy escorpio. Celosos de serie. -Explica sin dar su brazo a torcer.
- No creo en el zodiaco... y que yo sepa, los celosos y posesivos son los leo. -Le desafía, mirándole con fijeza.
- Para no creer en él te lo tienes muy aprendidito. -Devuelve la respuesta con tono fiero, pues no le ha gustado un pelo el ataque.
- Se llama cultura general. Soy Ravenclaw. -Contesta con voz gélida pero se acerca a él para calmarle- No lo he dicho de forma ofensiva...
- Me lo tomo a mal porque soy un inculto de cuidado. -Mira a la chica aún con cara de pocos amigos.
- Eres increíble. No me gustan los celos. -Niega con la cabeza a modo de aviso- Pero ni un poquito.
- Bueno, ya sabes por donde está la escalera y la salida. -Inquiere en tono chulesco tan solo por molestar con la cabeza ladeada.
- ¿Nefarus? -Baja el mentón lentamente y le mira por encima a modo de aviso- ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? Porque seguramente me veas salir por esa puerta, y tu chulería y orgullo te impidan ir a buscarme... pero me iré.
- No hagas tonterías y quédate. -Le mira en silencio un momento, dejando que solo la música sea lo que inunda la sala.
- No digas tonterías y guarda silencio la próxima vez. -Responde Gwendolyn, malhumorada, reclinándose sobre el respaldo del sofá y quedándose callada a pesar de que le contaría alguna verdad más.
- Venga. -Se gira hacia ella y toma su barbilla para que le mire- No te enfades, ya sabes que chocheo y digo cosas sin sentido.
- Y a pesar de todo... -Levanta los párpados de forma perezosa y deja un evidente "te quiero" en el aire.
- Tengo un irresistible físico que te mantiene a mi lado, lo sé. -Bromea Nefarus, sonriendo un poco en actitud infantil.
- Tu físico me atrae, sí, pero no es lo que más... -Mantiene la vista alzada hacia él en la postura que le ha colocado el rostro, sin percatarse de que bromea.
- ¿El dinero, el arsenal de pociones de abajo y mi habilidad en campos oscuros e íntimos? -Continúa con la broma.
- Admito 'manitas' como uno de tus rasgos, sí... en todos sus sentidos... -Sonríe, siguiéndole el juego, aunque hablando en serio.
- Aunque no desde hace un tiempo... -Se acerca a los rojos labios de la chica mostrando un poco los dientes en una sonrisa.
- Me has esperado más de lo que pensaba... -Le reconoce, descendiendo la mirada a sus labios cuando siente su respiración, tan cercana y tan ardiente. Lleva una mano a su rostro, dibujando con las yemas de los dedos cada una de las líneas que lo forman, suavemente, sin prisa, deleitándose.
- Estoy empezando a comportarme como un adulto. -Las graves palabras se hacen casi inaudibles por el bajo volumen de su voz antes de besarla con suavidad, sin prisas, cerrando los ojos para disfrutar más aún de su particular sabor.
- No dejes de hacerlo... -Extasiada como está, logra que la sentencia abandone su garganta, no sin esfuerzo. Oye de fondo la música sonar, y aunque ayuda a que el momento sea especial, no la escucha, centrándose en los sonidos que proceden de él.
- Vamos... -Sonríe al oír su petición, levantándose del sofá y cogiendo su mano. Señala el dormitorio ladeando la cabeza sonriente.
Gwendolyn le toma de la mano y une ambas como si de una sola se tratase, dejándose llevar por sus pasos.
Al pasar junto al tocadiscos, el pocionero levanta la aguja con la mano libre para que no se quede girando al acabar. Luego, atraviesa la puerta del dormitorio sin encender la luz y apagando la de el salón con un simple movimiento de varita. Una vez a oscuras, guarda la varita y atrae a la joven hacia sí.
- ¿Mejor así? -Pregunta con sigilo, como si de un secreto se tratara.
- Mucho mejor... -Deja que lo único que les observe sea la oscuridad, situando ambas manos en su cadera, y el dedo índice de cada una de ellas por dentro de su pantalón, pegándose a ella y sintiendo su piel por debajo de la ropa.
Nefarus se saca la camiseta tirando hacia arriba de ella y lanzándola después al suelo antes de volver a besarla con detenimiento. La joven, a su vez, se despoja de la ropa que cubre su torso, imitándole y dejando que las manos les lleven al alba, comiéndose la noche.
El pocionero hace uso del tacto para visualizar lo que la oscuridad le arrebata. Camina lentamente en su dirección hasta notar que han llegado al borde de la cama, momento en el que se deshace de los zapatos pisando los talones de estos con los pies.
La muchacha comienza a desabotonarse el pantalón vaquero al notar cómo la madera de la cama choca contra su pantorrilla, pero frena de forma inmediata al recordar que lleva varios días sin depilarse. Sus pómulos adquieren un color carmín, rojo que asciende hasta sus orejas. Agradece que no haya un solo haz de luz, sin saber qué hacer.
La otra parte interesada no se percata de su gesto a causa de la oscuridad y continúa besándola. La empuja un poco animándola a dejarse caer sobre la cama.
- N-Nefarus... -Tartamudea, sin saber muy bien cómo explicarlo y sin retroceder pero al mismo tiempo, sin ser capaz de mirarle a la cara. Se abandona a su suerte, cayendo de espaldas.
- Shhh. -Sisea él rogando silencio, sin saber lo que le sucede y con los sentidos puestos en lo evidente. Se deja caer sobre ella manteniendo el peso entre las rodillas y las manos, comenzando a besar su despejado cuello.
- Nefarus... que yo no... -Un gemido abandona los labios de la chica, que quedan entreabiertos y a merced del pocionero, quien provoca que por unos momentos se olvide de la causa de su bochorno. Carraspea, tratando de explicarse- ... No me he depilado. -Consigue formar la frase del tirón, llevándose la mano derecha a la cara para ahogar en la palma de la misma el sofoco.
- Pues... -Es lo único coherente que puede decir. Se separa intentando que el cerebro una las palabras que ha oído a destiempo. Cuando lo asimila, se queda sin saber muy bien qué tiene que decir o hacer en esos momentos, ya que es la primera vez que le sucede.
"Por Morgana, Gwendolyn... van muchos días... debes de poder hacer trencitas por ahí abajo... Definitivamente, el trabajo te quita demasiado tiempo..." -El escucharle decir un vocablo tan simple provoca que la rojez se extienda por su cuello, haciéndose a un lado, muda de la vergüenza- "¿Y ahora qué hago...?" -Se pregunta en silencio.
- Escucha... -Nefarus intenta escoger bien sus palabras, sabe que está ruborizada en ese mismo instante, aunque no se vea por la oscuridad- Si a ti te incomoda podemos parar o... Bueno, hay más cosas que se pueden hacer igual de divertidas. -Le quita importancia al tema anteponiendo las relaciones a sus preferencias con respecto al vello corporal.
- Y-yo... -Intenta relajarse, inspirando hondo antes de hablar- ... Una vez te tocó a ti darme placer... hoy me toca a mí...
- Me sabe mal por ti dejar que lo hagas... -Chasquea la lengua al oírla.
Tras unos segundos más, Gwendolyn consigue tomar el control sobre sí misma y posa una mano sobre su pecho, pidiendo girar para cambiar los papeles al tiempo que le silencia con un ligero beso que deposita en sus labios con cuidado, como si fuesen de cristal. Se sienta a horcajadas sobre sus muslos, por debajo de su cintura, llevando los labios a su cuello y dejándolos danzar de forma incansable a lo largo de su torso, mientras con la mano acaricia su ropa interior, deshaciéndose de ella instantes después.
El pocionero se echa a un lado tal y como le pide la mano que la chica le posa sobre el pecho, humedeciendo los labios tras el beso. Su boca queda entrabierta y por ella escapan algunos gemidos casi inaudibles, cerca de ser simples respiraciones.
La auror desciende los labios y la lengua por debajo de su ombligo, entregándose por completo, mientras que con las yemas de los dedos recorre el camino de la felicidad, aquel que enmarca su cintura.
Nefarus nota cómo la piel se le eriza al sentir cómo ella baja por sus oblícuos. Levanta la vista hacia la muchacha pero todo es oscuridad. Lleva una de las manos hasta donde adivina que está su cabeza, intercalando los dedos entre sus cabellos. Mientras que la cintura acompaña los movimientos de labor de Gwendolyn, la mano libre del pocionero se arrastra pesadamente por las sábanas como por inercia.
Al notar el movimiento, la joven asciende la mirada, buscando el azul cristalino de sus ojos, sin dejar de abrazarle por completo con su boca, y aumentando el ritmo para incrementar su presión sanguínea. Con su gozo se siente llena y completa, pues el percibir el placer ajeno le proporciona lo mismo, en igual, o incluso, mayor medida. Continúa trazando mimos por cada pliegue de su piel, cerrando los ojos.
Jadeos y gemidos se atropellan unos a otros siendo cada vez más sonoros. No es exactamente lo que él deseaba, pues ansiaba el contacto de toda la piel ajena contra la propia, pero desde luego, no va a poner pegas a semejante sobrehumano placer. La mano que vaga libre, se aferra a las sábanas cuando nota que el momento se acerca. Es entonces cuando vuelve la cabeza extrañado, pues ha atrapado algo más consistente que sus sábanas pero la oscuridad no le permite dar con la respuesta. Acto seguido, nota como si veinte agujas se clavaran en la parte interior y exterior de su mano. La abre rápidamente y se incorpora.
- ¡Ah, joder! ¡Para, para! -Exclama. Sólo quiere levantarse a encender la maldita luz: adiós a la líbido.
- ¿Qué ocurre? -Inquiere, asustada. Gwendolyn seguía perfilando tibios roces por cada centímetro de su piel cuando escucha su petición, retirándose de forma inmediata al creer que ha sido ella quien le ha dañado- ¿Estás bien? -Frunce el ceño cuando le ve incorporarse con tanta presteza, sin entender nada . Se sienta en la cama.
- ¡JODER! -Exclama cabreado al levantarse con torpeza y la mano dolorida: juraría que está sangrando. Cuando acierta a encender la luz, aprieta los ojos por la molesta claridad y ve entre las sábanas al ahora para él, detestable miniatura de dragón. Se mira la mano que efectivamente sangra aunque mínimamente- Será hijo de...
- Genial... -Intentando adaptar sus ojos a la luz, sigue la dirección de su mirada y esboza una mueca de desagrado al ver al animal.
- ¡Le voy a meter en un puto caldero! -Grita sin miramientos por las horas ni los vecinos. Se dirige al baño para ver la mordedura.
- Anda que... ¿por qué te ha dejado suelto? Y luego se queja... -Habla con el dragoncito en susurros para no ser escuchada. Observa con gesto sombrío cómo aquello que ha estado ayudando a levantar no tiene ya consistencia alguna, y se dirige al dragón, levantándole de la cola.
- Te juro que como lo vea, lo mato. -Las palabras salen llenas de rabia de su boca: se ha desatado su característico mal pronto. Observa la incisión fina pero profunda de la pequeña mandíbula del dragón al completo sobre la mano y la mete bajo agua en el lavabo.
- Me parece que ya sé de quién has sacado las malas pulgas tú... y encima de color negro y rayas azules... -Por su parte, ella se dedica a observar cómo la cría de dragón pelea por soltarse, dejando que se pose en la palma de su mano- Va a ser verdad eso de que los dragones se parecen a sus amos... -Ignora las quejas de Nefarus, aguantando las cosquillas que le provoca el animal cuando comienza a escalar por su brazo- ¿Estás mejor? -Exclama en voz alta, percatándose de que el animal ha alcanzado su hombro.
- ¡NO! -Exclama totalmente enfurecido desde el baño mientras busca algo que ponerse en la herida.
- La que te espera, bonito... Anda, vete... Mañana estará más calmado. -Suspira, sabiendo que ella estaba más tranquila porque no había estado a punto de alcanzar el cielo. Echa a Anceps de su hombro para que busque cobijo por la casa.
sábado, 13 de julio de 2013
Agua de rosas
Tras varios días sumergida en la misión que le había encomendado Harry Potter, camina de vuelta bajo el luminoso resplandor de la luna. Sus verdes ojos emiten un destello de felicidad mientras alcanza aquella tienda de pociones que, a pesar de ser ajena, se ha convertido en su hogar.
Aparece de forma silenciosa en el cuarto de aseo de la casa de Nefarus y se mantiene a la escucha, pues no quiere ser descubierta.
- ¡Lumos! -Recita en voz baja el hechizo después de sacar la varita de forma ágil del bolsillo de su pantalón vaquero, iluminando la estancia.
Se mantiene unos breves instantes inmóvil, y cuando se percata de que no es escuchada, coge un pintalabios rojo de su maleta de viaje. Pinta con el carmín de labios el nombre y la dirección de un hotel muggle de Londres en el espejo del baño del pocionero- "Habitación número 593. La puerta estará abierta. Lleva bañador."
Con un imperceptible 'crack' vuelve a situarse fuera de los dominios de su pareja, dejando que los rayos lunares perfilen su silueta. Esboza una pícara sonrisa que muestra los dientes, perlas que brillan bajo una plateada luz que aquella noche parece aportarle calidez.
Su nerviosismo queda reflejado en sus primeros y presurosos pasos, que repiquetean en el suelo de la habitación del hotel. Deja la pesada bolsa de viaje sobre la cama, abriendo la cremallera y sacando todo lo que ha comprado para hacer de esa noche una especial.
Se dirige con un rápido andar hacia el cuarto de baño del lugar, que dispone de jacuzzi, y rogando a los Cuatro Fundadores por que Nefarus no aparezca antes de tiempo, lo enciende, dejando que el agua comience a burbujear.
Coloca velas aromáticas sobre las baldosas del suelo, encima de los armarios y alrededor de la bañera, encendiéndolas con la varita. Con otro grácil movimiento, agita la madera mágica, abriendo la ventana y dejando que el ambiente de la veraniega noche inunde la estancia. Y como último toque, deja caer con suavidad tres rosas color rubí de la palma de su mano al agua, deshojadas en pétalos, y sitúa una botella de vino tinto y dos copas de cristal a los pies del jacuzzi.
Se quita la ropa con delicadeza, dejando que la tela susurre sobre su piel, quedando en un sencillo bikini negro.
- Wingardium leviosa. -Levanta su varita y coloca la ropa, los elementos decorativos sobrantes y la maleta en un armario de la habitación.
Introduce un pie y luego el otro en la bañera, sentándose en ella a la espera y dejando que las burbujas choquen contra sí mientras se relaja cerrando los ojos y apretando los párpados.
- ¿Qué maldito número era la maldita habitación? -Habla en voz alta consigo mismo según avanza- Quinientos... -Intenta hacer memoria- Sé de memoria más de 200 pociones, pero no tres dígitos de una habitación de hotel. Perfecto. -Refunfuña- ¿Gwen? -Pregunta cerrando la puerta tras de sí sin moverse del sitio cuando ha alcanzado el dormitorio en cuestión.
Ella dibuja una sonrisa al escuchar aquella voz que tanto ha echado de menos, pero guarda silencio y se mantiene muy quieta.
El pocionero avanza por la habitación en silencio hasta que ve la puerta del baño entreabierta, de donde sale una tenue luz. Abre la puerta muy lentamente y guarda la varita al instante cuando las velas del suelo reflejan sus ojos. Entra confuso y... repara en ella.
- Buenas noches, Nefarus... -Amplía la curva de los labios, marcando dos hoyuelos en las mejillas a causa de la sonrisa.
- Qué bien se te ve, auror... -Me apoyo en el marco de la puerta con los brazos cruzados. Sonriente, contemplo el redecorado.
- ¿No quieres unirte? -Encoge las rodillas, recogiendo las piernas hacia sí y rodeándolas con los brazos, creando un movimiento en el agua al tiempo que le hace hueco en el jacuzzi.
- Voy a cambiarme, ya que te has puesto bikini no quiero ser yo el maleducado. -Responde riendo por lo bajo mientras sale entrecerrando la puerta. Todo le ha agradado y sorprendido, no sabía que salía con alguien romántica. Deja sobre un sillón su ropa y se pone el bañador. La media luna le cuelga de la larga cadena hasta la mitad de su pecho, pero ya se ha olvidado del riesgo de interrogatorio. Vuelve a entrar en el baño, cogiendo las copas del suelo y sentándose en el borde del jacuzzi.
- Espero que hayas cenado... -Observa sus gestos mientras se mueve hacia un chorro de burbujas sin variar la postura, dejando la espalda a merced de las mismas- ... No me ha dado tiempo a preparar eso también... -Frunce el ceño al reparar en el colgante, ladeando la cabeza para examinarlo a distancia- ¿Qué... es?
- Oh, ¿esto? -Lo coge con la mano libre y le tiende una de las copas poniendo su creatividad a trabajar- ... Me gustó y lo compré.
La auror se acerca a él despacio, arrastrándose por el suelo del jacuzzi sin desconfiar de sus palabras pero extrañada, pues no es hombre de usar alhajas. Coge con la mano derecha la copa por la base de forma despreocupada, centrando su atención en la cadena que pende de su pecho. Ladea la cabeza y extiende el brazo, intentando tocar el colgante con las yemas de los dedos libres.
"Más vale que lo toque ahora delante de mí y no cuando esté durmiendo a escondidas." -Piensa para sí el receptor, bebiendo y quedándose quieto.
- Nunca te había visto con joyas... -Niega con la cabeza, retirando la mano antes de tocar el metal, mientras mueve ligeramente la copa, haciendo oscilar el líquido color sangre de su interior. Desvía la mirada a sus ojos.
- Tampoco queda tan mal, ¿no? -Se levanta para meterse con cuidado en la parte libre del agua.
- No he dicho lo contrario... -La joven parpadea un par de veces, echándose hacia atrás de nuevo para que él pueda introducirse.
- Me he enterado de que hay una mascarada... -Comenta despreocupadamente. Por fin puede mirar esos añorados ojos de nuevo.
- ¿Una mascarada? ¿Dónde? -Enarca una ceja, extrañada. No ha tenido oportunidad de informarse al encontrarse fuera.
- El viernes en Godric's Hollow. Dejaron un folleto en la tienda. -Lleva la copa de vino a sus labios.
- ¿Te apetece ir? -Imita su gesto, dando un pequeño trago al vino, saboreándolo y dejando la marca de los labios en el cristal de la copa.
- Si es de tu mano, sí. -Termina la copa con una sonrisa ladina y la deja de nuevo en el suelo- ¿Has vuelto o marchas de nuevo?
- He vuelto para quedarme... -Asiente sonriente, soplando juguetonamente sobre el vino, haciendo olas en su superficie.
- Todo este tiempo... -Susurra el pocionero sin poder dejar de mirarla- Te he echado de menos. He pensado mucho en ti.
- ¿Qué has pensado... si puedo saber? -Fija las pupilas en esos ojos que parecen sacados de lo más profundo del cielo. Deja la copa propia en el suelo, al lado de la de él, aproximándose y sentándose a horcajadas sobre él.
- En tus labios -Lleva la yema de su pulgar hasta ellos, tocándolos con cuidado- En tu sonrisa, en tu voz... -Susurra sólo para ellos.
- ¿Sabes de qué me he dado cuenta yo? -Cierra los ojos, entreabriendo los labios al notar su tacto y disfrutando de él como si quisiese guardar para siempre lo que se siente. Deposita un suave beso en su dedo pulgar- Nunca he considerado hogar a nada, pero contigo... es como si el hogar fueras tú... -Susurra las palabras de forma entrecortada, dejándolas chocar contra su piel.
Sin poder aguantar más, Nefarus desplaza la mano hacia su nuca para acercarla a él y la besa con más ganas que nunca antes. Sus labios son para él como una dulce nicotina. Sumerge los brazos bajo la burbujeante superficie posando las manos en sus caderas.
Ella nota cómo los músculos de sus piernas se tensan por la acción, apretándole más a la vez que une los labios a los de él, con calma y volviendo a cerrar los ojos, como si el azul de sus pupilas fuese tan frío que quemase. Le muerde lentamente el labio inferior, dejándolo correr por entre sus dientes mientras posa una mano en su pecho, trazando una caricia con las yemas de los dedos desde arriba hacia abajo. Detiene el danzar de los dedos a la altura de su ombligo, mirándole con fijeza e intentando adivinar qué le pasa por la mente.
- ¿Pasa algo? -Pregunta ante su mirada, con la que parece querer atravesarle. La atención del hombre viaja a la trayectoria de sus finos dedos. No sabía que la podía echar tanto en falta, y eso en parte le asusta.
- Me preguntaba qué te rondaba en los pensamientos. -Niega con la cabeza de forma pausada- Estás como... diferente.
- ¿Diferente por qué? -Nefarus ya no sabe si lo dice porque ha percibido el creciente afecto o por la reciente ceremonia que le ha convertido en aeterno- Soy el mismo.
- Te noto más reflexivo que antes... No me malinterpretes... Es algo bueno. -Ladea la cabeza, percatándose de que la mira de forma distinta, más comprometido.
- Porque... -Carraspea un poco- Mis sentimientos hacia ti están madurando... Y consolidándose. -Confiesa.
- Temía que sólo me estuviera ocurriendo a mí... -No puede evitar componer una expresión divertida al escuchar una definición tan larga de un concepto tan simple. Nota cómo un pétalo de rosa se le adhiere a la piel y se lo quita.
- Creo que... -El pocionero se acerca a los labios de la chica sin apartar la mirada- El te quiero se nos va quedando pequeño... -Susurra.
- Hace mucho que se me quedó pequeño... y a veces es más doloroso callarlo... -Le sostiene la mirada intensamente.
- Sin ti acabaría por perder la poca paciencia que me queda -Sonríe con ternura y le da un tibio beso.
- Creo que tienes más paciencia de la que piensas. -Suspira contra él tras terminar el beso- Pero no la ejercitas. -Susurra.
- Ni quiero... -Masculla- Sólo te quiero a ti y nada más. -Vuelve a besarla intensamente y sin control.
domingo, 30 de junio de 2013
Colores secundarios
Se dice que el rojo es el color de los osados, de los que lo dan todo por sus ideales. Bermejo. Escarlata. Carmesí. Rubí. Demasiados nombres para un solo color. Un tono del que Gwendolyn no es capaz de desprender la mirada. El rojo simboliza sustantivos benignos: amor, pasión. Pero también malvados: sufrimiento, sangre.
El rojo es rojo porque se originó así. Un color tan intenso como la voluntad de un Gryffindor. Y el azul, para ella, es azul porque no pudo ser rojo. Como el fuerte carácter de un Ravenclaw.
Rojo y azul. Azul y rojo. Si se juntan, puede dar lugar a cualquier cosa, incluso a la ausencia de tono. Pero el negro tiene un gran problema: absorbe las virtudes, deja escapar los defectos y se come el color. Y con la oscuridad, mueren las emociones.
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