sábado, 17 de agosto de 2013

Lux Aeterna conquista Azkaban


Diario 'El Profeta'.

El miedo se traslada a las calles con la fuga de cuatro reos de la gélida prisión de Azkaban. La penitenciaría ha amanecido antes del alba a causa de los rugidos de las olas del mar y de las detonaciones de los cañonazos de un barco con la roja bandera aeterna izada, inaccesible para el bando defensor debido a un hechizo protector. El color carmesí no sólo tiñó sus capas, y la sangre de dos aurores fue vertida en el suelo de la torre.

Muchos años han pasado desde la anterior fuga masiva de Azkaban, dirigida por el Señor Tenebroso y sus adeptos, momento en el que el Mundo Mágico se encerró en sus respectivos hogares, prohibiendo incluso la entrada de las nuevas generaciones en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Un hombre sin temores es una persona sin promesas. Esperanzas que mucha gente sentirá al saber que sus seres queridos han escapado de una prisión de alta seguridad, aunque a ojos de los demás se presenten como monstruos. La única forma de alzarse con la victoria es alimentarse de la ilusión, pues el miedo es el origen de la derrota.

Ante una seguridad tan aterradora y aparentemente aseverada, se genera una incertidumbre consolidada, reabriendo varios focos de debate: ¿se deben volver a asentar a los dementores a las puertas de Azkaban? ¿Funciona el sistema jurisdiccional mágico actual? ¿Es necesario realizar modificaciones en la legislación y endurecer las penas a los prisioneros peligrosos? ¿Está el Ministerio de Magia preparado para posibles futuras ofensivas?

La justicia, a igual que la verdad, depende del punto de vista del que se mire. Algunas personas ven a un fiel guerrero esgrimiendo un ideal, mientras que otras, ven a un criminal recibiendo un merecido castigo. Sin embargo, ¿no es acaso la justicia ciega? Todo el mundo cree tener la razón, y tal vez, nadie la posee. El poder, al fin y al cabo, no reside ni en el bien ni en el mal, sino en aquellos individuos capaces de deslizar los límites sin conciencia ni pudor.

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