Su blanca lechuza moteada perteneciente a la especie Bubo Scandiacus, Ninfa, le lanza miradas asesinas desde el respaldo de madera de la silla donde se ha posado. Es consciente de que tiene varias cartas por responder, y de que son urgentes, pero no se encuentra precisamente de humor.
- No me mires así... -Le reprocha Gwendolyn, dibujando un infantil puchero en sus labios- ... Necesito descansar un poco. Y tú también necesitas un baño. -Añade con severidad al percatarse de que su blanco plumaje ha adquirido un sucio tono roto.
Atraviesa el salón descalza, sintiendo en las plantas de los pies cómo el frío estabiliza su cuerpo, cálido a causa de las altas temperaturas veraniegas. El único pergamino que reposa desdoblado sobre la mesa junto a otros tres perfectamente plegados desde hace días es el enviado por su primo Niall, y al que no se ha atrevido a contestar.
Se adentra en el cuarto de baño y cierra la puerta tras de sí con el pie, abriendo el grifo de la bañera. Tras medir la temperatura adecuada del agua con el dorso de la mano, la deja correr y la estanca con el tapón, vertiendo un jabón especial.
Desata el cinturón del albornoz que la recubre, dejando que el impoluto algodón ruede poco a poco por su piel hasta caer completamente al suelo, en lo que parece un streaptease a la nada. Cierra los ojos para adentrarse en el cálido líquido, introduciendo primero un pie y luego el otro, momento en el que la relajación que sufren sus músculos se hace palpable, siendo invadida por una total sensación de bienestar. Se agacha, dejándose caer sobre el agua y sentándose sobre la acrílica superficie de la tina.
Al ser engullida por la picante espuma, baja la cabeza, quedando por debajo del nivel del agua. Permanece unos eternos segundos bajo él, instantes que para ella se hacen cortos, pues adora todo lo que aquel elemento le transmite: paz, tranquilidad y serenidad.
Cuando una bocanada de oxígeno llena de nuevo sus cuerpo, se retira el chorreante cabello hacia atrás, quitándose el jabón que se le ha adherido al rostro y tumbándose bocarriba con las rodillas flexionadas. Baja los párpados fuertemente de nuevo, apretándolos como si así sus problemas fueran a evaporarse tan rápido como la calidez del agua.
Alcanza la varita que ha dejado a un lado de la repisa de la bañera, para encender dos velas aromáticas que se encuentran tras su cabeza, en el mismo apoyo. Suelta la vara de madera de nuevo, aspirando y tratando de sentir la esencia a rosas de las candelas, impregnándose en ella.
Envuelta en tan deliciosa fragancia, y dejando que el agua se incruste en cada poro de su piel, trata de poner en práctica el ejercicio que le prometió a Hermione que haría en su último encuentro: concentrarse en lograr una emoción gatuna.
El baño la ha relajado lo suficiente como para, aún sumida en la completa oscuridad de sus ojos, intentar sentir repulsión hacia tan gratificante momento. Se concentra al máximo, frunciendo el ceño en el empeño y provocando que una de sus cejas palpite de esfuerzo.
Tras unos breves momentos en los que parece escuchar hasta el tic-tac de las manecillas del reloj del salón a través de la soberbia puerta de madera que la separa del mismo, el ahínco de su trabajo se ve recompensado: nota cómo el impulso de incorporarse de un brinco y saltar al exterior de la bañera se hace latente en cada nervio de su figura. Abre los ojos de golpe al notar cómo su instinto y sus gustos cambian, y perfila una sonrisa de orgullo y victoria.
- Por fin... -Murmura para sí en voz baja. Ha logrado dejar atrás el plano físico y adoptar las costumbres de un gato, lo que le indica que la transformación completa a animaga está muy cerca.
Se levanta y deja que la espuma caiga por su cuerpo, envolviéndose de nuevo en el batín sin abandonar el gesto de vanidad. Desobstruye la bañera, permitiendo que se vacíe de forma lenta.
- Ya queda menos... -Susurra con arrogancia- A un paso de ser animaga.
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