jueves, 16 de mayo de 2013

La poción de la mala vida


Gwendolyn suspira al percatarse de la indicación del experto y se sube la camiseta a la altura del pecho, dejando ver en el costado las marcas del hechizo sectumsempra grabadas en la piel. 

- ¿Para qué quieres ver esto...? -Cuestiona, como si le hubiera leído la mente.

- No puedo trabajar si no sé a lo que me enfrento... -Nefarus se agacha un poco para inspeccionar las heridas de cerca.- Sube, te daré algo más fuerte que lo borrará todo. -Comenta, pensando en darle las medicinas que usó en el Castillo Amaranthus.

La muchacha compone un gesto de incredulidad ante lo que escucha, ya que no conoce nada mejor que el díctamo, pero le hace caso y asciende lentamente la escalera de madera, sintiendo el tacto de la barandilla en las yemas de los dedos. Cuando llega a la cima, le espera aún con la prenda de ropa subida.

El pocionero sube tras ella después de coger la bolsa en la que transportó el ungüento.

- ¿Aún no te sabes el camino al salón? -Pregunta sonriendo de medio lado al verla parada y de pie. Se interna y deja la bolsa sobre la mesa del salón- Voy a buscar mis gafas, vete quitando la camiseta.

- Me suele gustar más esperar al anfitrión, por educación... -Murmura ella a modo de protesta, pero haciéndole caso mientras le ve salir, quedándose en sostén y tumbándose bocabajo en el sofá. Ahoga un quejido de dolor al notar cómo las heridas se estiran por el esfuerzo.  Al menos había conseguido hacer algo con el labio antes de ir a visitarle.

- Seguro que de ésto no tenéis en el Cuartel... -El hombre vuelve con las gafas puestas y se acerca a la bolsa, de la que extrae un tarro de madera. Se arrodilla al lado de la chica y destapa la pomada de color verdoso.

- ¿Qué es? -Pregunta, al no distinguirlo ni reconocerlo cuando vuelve el rostro hacia él, vacilante. Entrecierra los ojos, no por desconfianza hacia él, sino por aprensión hacia algo nuevo.

- Un mezcla de díctamo con otras pociones curativas... Si se hace mal puede llegar a... -Para en seco al pensar en lo que está a punto de decir- Yo ya la he usado, no te preocupes. -Expande la pomada con delicadeza sobre las marcas.

- Me fío de ti... ¿Qué ocurriría si estuviese mal hecha? -Sigue preguntando por mera curiosidad, mordiéndose el labio. Le lanza una mirada de sorpresa causada por la suavidad con la que le aplica la pomada, pasando luego a cerrar los ojos casi con placer al no sentir ningún daño.


- Pues... -Continúa concentrado en no hacerle daño mientras echa la cura- Te comenzaría a quemar gradualmente a los tres minutos o así y además de una bonita quemadura de tercer grado, podrías absorverla si no la retiras rápido... Ya sabes que pasa después.

- Oh, qué bien... -Alza una ceja y habla en tono irónico, pensando en la información que le acaba de proporcionar y en la situación, separando levemente los párpados al razonar que se está dejando extender un ungüento por alguien a quien hace dos días seguía e investigaba, lo que le provoca un estremecimiento.

- Ya te digo que la he usado antes. -No interpreta el escalofrío como lo que realmente es y se levanta la camiseta por el costado izquierdo, mostrándole su cuerpo- Antes era todo quemaduras. -Le explica, levantándose y cerrando el tarro para devolverlo a la bolsa.

- Eres realmente bueno en tu trabajo. -Le mira el torso y luego a él a los ojos.

- Gracias, pero esa pomada no la he hecho yo... Fue un regalo. -El mago extiende la mano para ayudarla a levantarte y dirigirse al dormitorio a descansar.

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