lunes, 2 de septiembre de 2013

El cielo ha ganado un ángel


Tras recibir el urgente patronus de Madame Rosmerta, Gwendolyn realiza una aparición conjunta y lleva a Nefarus con ella directamente al solitario sendero que da a la Casa de los Gritos. Sus ojos buscan desesperadamente a la tabernera en la penumbra: el aviso de que ha visto algo extraño le provoca intranquilidad y no sabe la razón.

- ¿Rosmerta? -Cita su nombre en voz baja, temerosa de que haya alguien más rondando, y avanza por el lugar hacia la puerta principal, varita en mano, preparada. El pocionero a su vez, al ver a Rosmerta salir de entre las sombras, se queda en silencio, pues tan solo espera que de más detalles sobre lo ocurrido para poder volver a casa.

- ¡Gwen! Gracias a Merlín... No sabía a quién acudir... -La cantinera, nerviosa, al oír la voz de la auror, abandona su escondite.

- ¿Qué has visto? -Al escuchar la voz de Romserta, la agente del Ministerio se acerca a ella sin vacilar y con paso rápido. Se le atropellan las palabras en la garganta, como si presintiera que algo no va nada bien.
- Un haz de luz verde proveniente de la casa. ¿Crees que pueder ser...? -La aludida señala hacia la vivienda sin poder terminar la cuestión formulada.

El hombre se adelanta a su pareja en cuanto escucha las palabras de la hostelera y echa a andar, casi correr, hacia la conocida Casa de los Gritos. Da por sentado qué hechizo provocó la luz verde y solo hay una posibilidad: que haya caído alguien de su bando o del lado opuesto.

- ¡Envertestatil! -Gwnedolyn dirige la varita contra Nefarus, tratando de desequilibrarle y hacerle perder ventaja- ¡Rosmerta, pase lo que pase, quédate fuera! -Alza la voz en aquella tétrica escena de verano, alcanzando la puerta. Deja a la tabernera atrás, quien obedece la orden de forma inmediata, y hace caer al suelo a Nefarus, quien tropieza como por arte de magia. Él se levanta y sigue los pasos de Gwendolyn tras sacudirse.

- Alohomora. -Susurra, lanzando una mirada de advertencia y casi desafío al pocionero, como marcando el territorio. Apoya los dedos en la puerta y la empuja despacio, escuchando su chirriar y los propios latidos del corazón. Él saca la varita por si acaso. Mira a todos lados intentando encontrar algo de relevancia. La mujer avanza por el pasillo con la varita levantada, sin atreverse a alumbrar para no delatarles, y cuando llega al salón, la madera resbala por sus dedos y cae al suelo casi rebotando. El brazo cae muerto a su lado, tan inerte como el cuerpo que yace delante delante de ella, alumbrado sólo por los rayos de la luna que se filtran por la ventana que hay a su lado.

- No. -Permanece inmóvil unos instantes para acabar corriendo hacia su amiga, hacia su pupila- ¡April! ¡No! -Se agacha al lado de April Ross y se aferra a su cuerpo sin vida, intentando reanimarlo- ¡¡APRIL!!

El mago guarda la varita en silencio al ver quién ha sufrido las consecuencias de una pluma negra y un reloj roto. Un haz traslúcido sale en ese mismo instante del cuerpo sin mi vida de la joven, invisible para él.

- ¿N-nefarus? ¿Tú lo ves? -La bruja percibe cómo algo la rodea, un ente etéreo de color blanquecino que no sabe describir, y que no sabe si es real. Con la garganta fría a pesar de estar completamente rasgada por los gritos, alza la vista. Ni siquiera repara en la pluma que sostiene la chica entre las manos, o en el reloj de arena que reposa a su lado.

- "¿Que si veo qué?" -La pregunta confunde al hombre, que responde para sus adentros- Vamos fuera Gwendolyn, déjala. -Se acera a ella, tomándola por los hombros, pues sabe de sobra que la muerte de la chica le habrá afectado mucho.

- Gwen… -La forma incorpórea adopta la apariencia de la rubia y antigua estudiante de Hogwarts. No sabe si su mentora es capaz de verla o no, pero sólo quiere decirle que está bien. Prueba a hablar y una dulce y lejana voz se oye, o al menos eso cree.

- April... -Intenta contactar con la repentina aparición, pataleando al sentir que es  arrastrada del lugar en contra de su voluntad- ¡Nefarus! ¡Déjame! -Siente un dolor inmenso en el pecho y contiene las lágrimas: no lo quiere creer. No puede creerlo- ¡April! ¿Quién lo hizo? -Los brazos de Nefarus, que habitualmente son una anestesia para ella, en esos instantes no la consuelan. Los sonidos que percibe descosen sus sentidos, sin posibilidad de reparo.

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