jueves, 27 de junio de 2013

Entre la pasión y la locura

- Qué prisas por beber... de saberlo, te habría dicho de ir a Las Tres Escobas. -Bromea Gwendolyn tras observar la velocidad con la que su pareja se ha bebido la cerveza, quitándole el envase de cristal vacío. Se apoya sobre sus hombros para abrazarle la cintura con las piernas, quedando colgada cual koala, con cuidado de no tocar las heridas que le provocó la mantícora durante el fin de semana.

- Hoy me bebo todas las reservas de cualquier lugar. -Sonríe ladino, agarrando los muslos de la chica para sostenerla mejor.

- Deja de tentarme... -Le devuelve la sonrisa, con lujuria, sintiendo cómo los músculos de las piernas se le contraen al pensarlo.

- ¿Yo? -Baja la mirada durante un segundo a sus labios y humedece los propios- No te he tentado en ningún momento.

- Yo no diría eso... -Busca su boca, bajando el rostro hacia él, uniéndolos y quedando abrazada a su cintura y a su cuello.

- Estás muy cariñosa hoy, ¿no? -Susurra sobre los labios ajenos, dejando un pequeño mordisco sobre el inferior.

- ¿Y eso es malo? Si quieres puedo ser borde. -Murmura cercana mientras se aferra un poco más para izarse al sentir que se resbala.

Nefarus la aupa y da un par de pasos hasta la encimera, sentándola sobre ella y apoyando las manos sobre ésta, a ambos lados de su cuerpo. No le faltan ganas de empezar un nuevo encuentro, pero siente el recuerdo del último intento fallido de placer y guarda silencio.

- Vamos... no me puedes evitar siempre... -La muchacha parece entender lo que le pasa por la cabeza e intenta argumentar tras posar el dedo índice de su mano derecha sobre los labios ajenos, recorriéndolos con la yema, de forma pausada y con un brillo de deseo en los ojos. Al sentir un punto de apoyo, le suelta el cuello, quedando aún unida a sus caderas. Sin saber qué más decir, toma la mano del pocionero y la dirige con calma hacia su vientre, levantándose un poco la camiseta. 

- Lo sé... Pero no eres tú la que se hace demasiado vieja. -Deja la mano sobre el vientre de Gwendolyn, acariciando su piel con el dedo pulgar.

- Fue un mal día. Yo también los tengo, ¿sabes...? Y si con treinta te consideras viejo... -Asciende las caricias situando su mano sobre la de él, desde el abdomen hasta el pecho, sin prisas, a pesar de las ganas. Aguanta un gemido cuando la mano de él llega al destino final, por debajo de la prenda.

- Camino de los cuarenta... -Murmura mirando a sus ojos apenado, atento con los cinco sentidos a su iniciativa.

- Yo a eso lo llamo madurito sexy... -Susurra de forma embaucadora, tentándole e intentando hacerle despertar. Odia ver ese destello de pesar en sus ojos- Vamos, amor...

Tras dejar escapar un suspiro, Nefarus se acerca a sus labios para besarlos suavemente y comienza a acariciarle el pecho por voluntad propia. Ve como ella se deshace con rapidez de la camiseta, provocando que el cabello le caiga desordenado por el torso, y reclinándose hacia atrás con aire dócil para facilitarle las caricias. El artesano lleva ambas manos a su espalda, hacia el cierre del sujetador. Lo abre dejando que caiga solo rodando por su piel, sin dejar de besarla.

La auror no permite que el beso se pierda, dedicándose a la tibia lucha que libra su lengua e intentando relajar los sentidos sin éxito; mientras que él baja las manos hasta sus caderas. Se separa un instante y la mira a los ojos en silencio, sin añadir nada.

La muchacha siente cómo una extraña y eléctrica sensación recorre su cuerpo, con esas pupilas azules clavadas en ella, como si quisieran traspasarla clavándosele en el alma. Se detiene el tiempo, pero no para ella, que comienza a desabotonarse el pantalón con bastante tino.

El pocionero se quita la camiseta aprovechando la pausa y vuelve a acercarse a ella, dejando que sea quien dirija en esa ocasión. La respuesta llega afanada a sus labios de nuevo, fundiéndoles en un profundo beso. La joven traza caricias por su pecho, dibujando su forma como si saliera de su mano, de forma lenta hasta alcanzar su cintura y desabrocharle el pantalón.

Él lleva los labios a su cuello y las manos a su espalda, buscando conseguir la excitación que le falta mediante el placer de la misma Gwendolyn, quien siente cómo los latidos del corazón se acrecientan. A su vez, deja escapar un imperceptible gemido, notando cómo los músculos se tensan de placer. Estira el cuello para facilitar el contacto y cierra los ojos.

Nefarus coge sus manos y las baja sobre su propio torso desnudo hasta el borde de los vaqueros sin dejar de besarle el cuello intensamente. Vuelve a colocar los labios sobre los ajenos y baja a la joven de la encimera para quitarle los pantalones.

La muchacha tiene cuidado de no dañar aún más las heridas que él ya tiene, jugueteando con las uñas sobre su piel al llegar al bajo vientre, sin marcarle y dejándole sin ropa, visiblemente ansiosa. Al mismo tiempo, siente caer su propia prenda, contrayendo el vientre ante la impaciencia que siente, quitándole a él también los pantalones.

El hombre agarra sus caderas y, tras besarla una última vez, le hace dar media vuelta. Aparta su melena de la espalda echándola a un lado y deja un beso en su nuca a la vez que coloca las manos sobre las de ella, apoyándolas con cuidado sobre la encimera. La parte guiada se deja hacer, inclinándose hacia donde él la invita, sintiendo un estremecimiento al notar el beso sobre la nuca y permaneciendo quieta, tranquila, a la espera.

Nefarus lleva la mano izquierda al vientre de la bruja, dejando que se deslice hasta pasar bajo su ropa interior. Por fin nota cómo surgen verdaderas ganas en él. Toma conciencia durante un momento, relajándose y apartando después la ropa que sobra entre sus pieles e introduciéndose en ella lentamente, posando la mano en su vientre para contenerla, disfrutando.

Gwendolyn nota cómo la temperatura del cuerpo le sube sin control al sentir su mano entre los muslos, separándolos para facilitarle el paso, con la respiración alterada. Su cuerpo le pide inmediatez, pero sabe que debe mantenerse sosegada, notando cómo su abdomen se encoge de nuevo, deseoso. Se muerde el labio al percibir la culminación de sentimientos maniatados con su entrada, agarrando con fuerza el borde de la encimera y notando como un ronco jadeo nace de su garganta seguido de un profundo gemido.

El mago pega el pecho a la espalda de la bruja, acompasando los movimientos a la profunda respiración, dejando caer la cabeza sobre su hombro. Ella, como respuesta, coge aire, intentando acompasar la respiración sin éxito, echándose hacia atrás para sentir de forma más intensa el goce e intentando moverse al mismo tiempo que él. Se muerde el labio con fuerza, generando un dulce dolor, y apoya la cabeza también sobre la encimera, entre los brazos y de lado, con los labios entreabiertos, viva imagen del placer que siente en el momento. Comienza a sonrojarse según continúan las arremetidas, sintiéndose cercana al culmen.

Nefarus gime con voz grave, olvidando el fallo sucedido la última vez y llenando los pensamientos con el placer que le ofrece la joven. Cuela los dedos de la mano entre el nacimiento de su pelo en la nuca y deja besos en su espalda para mayor placer mútuo. Ella sucumbe a los espasmos del clímax, expulsando todo el aire que tiene en los pulmones y quedándose completamente inmóvil, sin resuello.

Él llega tras algunas desesperadas embestidas más, notando cómo su cuerpo se libera de toda la tensión acumulada durante la semana. Agarra las manos a la encimera, sosteniendo el cuerpo con los brazos para recuperar el aliento sin echar el peso sobre la muchacha.

Ella le siente finalizar, sin querer moverse, extasiada por el momento. Cierra los ojos con una sonrisa de deleite en los labios y permite que su mano izquierda, aquella que por posición puede ver, busque la de él, encontrándola y entrelazándose.

- Te quiero... -Murmura Gwendolyn con voz ronca, sin levantarse y aún intentando recobrar el aliento.

- Y yo. -Deja un tibio beso en su hombro y se incorpora ya más recuperado. Se retira un poco y se agacha para subirse los pantalones.

Gwendolyn, agotada, se incorpora tras él, aún sintiendo su abrazo. Ella, por el contrario, no se viste, sino que se limita a recoger la ropa del suelo, caminando hacia el dormitorio tras dedicarle una fugaz pero significativa sonrisa, girando el rostro. Nefarus la sigue dejando olvidada la camiseta en el suelo. Al llegar se vuelve a deshacer del pantalón quedando en ropa interior.

- ¿Dormimos? -Interroga al pocionero con expresión complaciente, pero tirándose de inmediato a la cama, sin esperar respuesta, aún sintiendo escalofríos- ¿Ves como eres perfecto...? -Murmura, queriendo encontrar sus ojos.

- "¿Acaso tú tienes fuerzas para otro más?" -Piensa, tumbándose a su lado y correspondiendo su mirada con profundidad.

- Esa mirada sí que me asusta, y más en silencio... -Susurra, agotada, buscando su rostro para dejarle una tierna caricia- ¿Qué te ocurre...? -Evalúa su expresión con detenimiento.

- Nada. -Niega con la cabeza y besa la mano con la que es acariciado- No temas mi mirada, jamás irá contra ti. -Susurra con firmeza.

 - Lo sé... -Asevera ella con rotundidad- Tampoco la mía... -Se cuelga de su cuello, abrazándole y hundiendo el rostro en su pecho- Sabes que me lo puedes contar todo, ¿verdad? -Pregunta, empezando a quedarse dormida.

- Aunque no me creas, y lo comprendo, tú a mí también. -Se le cierran los ojos y comienza a disfrutar de un sueño reparador.

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